LA PERSPECTIVA DEL LECHO DE LA MUERTE

En marzo de 1985, el tema de la muerte había surgido entre algunos miembros del grupo, unos cuantos tenían parientes cercanos ingresados en el hospital muy enfermos que enfrentaban el fin de sus vidas y esta preocupación común había provocado una discusión sobre la inminencia de la muerte y su relevancia para nuestro trabajo.


"Con el tiempo, todo llegará a esto," dijo E.J., refiriéndose a la aprehensión colectiva que sentimos ante nuestros propios destinos. "Morirás y todo lo que has logrado y lo que has acumulado en esta vida en el sentido ordinario se perderá".

"Si es que alguna vez llegas a conocer y a entender que pronto tienes que morir -y finalmente todos vamos a echarnos en ese mismo sofá a esperar que venga a llevarnos el ángel de la muerte- podrás entender cómo no tiene valor alguno ninguna de las cosas a las que tratas de asirte -ya sean materiales, emocionales o mentales," concluyó.

"En ese sentido, es un gran alivio," dijo Linda.

"Sí, es maravilloso saber que lo que hayas logrado o lo que hayas dejado atrás, o incluso lo que hayas dejado por herencia en esta vida, se perderá. Tus herederos morirán y con el tiempo, después de muchas y muchas generaciones, toda la raza humana morirá. Y por último, todo el planeta será destruido".

"Todo llega a nada en este mundo; si tu cuerpo va a morir de todas formas, y seguramente ése es el caso, entonces tu atención puede elevarse ahora del cuerpo y de las cosas del cuerpo -las posesiones materiales, mentales y emocionales- y estar libre para posarse en lo que se pueda lograr que sea de algún valor".

"Recuerda que el objetivo no es sobrevivir de manera lineal, en el sentido temporal, sino vivir de manera perpendicular a eso, en lo eterno".

"Pero la supervivencia sólo por la supervivencia no tiene sentido. Estamos intentando hacer que nuestras vidas valgan la pena, y en un sentido, nuestra supervivencia sólo se vuelve importante cuando es por el bien del Trabajo," dijo E.J., volviendo su atención hacia el plato. Empezó a cortar una suculenta pechuga de pollo con un pequeño y afilado cuchillo de plata. "Yo diría que la vida de este pollo valía la pena, ¿verdad?", sonrió, levantando con un tenedor la reluciente carne blanca hacia sus labios. Observamos semi-horrorizados como se comía una patata enorme que rezumaba leche cortada, con tres bocados.

"¿Diría usted algo más al respecto?", le preguntó Paul. "Me refiero a la idea de hacer que nuestras vidas valgan la pena".