Prólogo

Aquí Estoy

G. «reunía a la corte» en La Posada Tiptoe, una famosa panadería y charcutería en el lado norte de Broadway, cerca de donde había estado quedándose, en el piso de la Sra. C. en el Hotel Ansonia; varios alumnos nuevos decidieron proponerle un paseo en coche alrededor de Manhattan; hacia el norte por la carretera FDR, atravesando Harlem, y hacia el sur, por la carretera del Río Hudson, de regreso a su «oficina».

Aquello comenzó de un modo relajado, pero entonces, G. insistió en conducir el coche, un Bentley Coupé grande y caro.

Sus habilidades como chófer y su temeraria forma de conducir eran bien conocidas por todos los miembros de los grupos. No era exactamente imprudente, pero uno tenía la impresión de que intentaba permanecer montado en un toro bravo que se hubiese desbocado.

Fue difícil recordar durante todo esto que, en realidad, tenía el control del coche. Nos parecía que el coche tenía voluntad propia, con la que G. apenas era capaz de razonar, y precisaba sus constantes correcciones exageradas.

Mientras conducíamos por la carretera FDR, G. empezó a hablar…

–¡Aquí estoy! ¡En esta maravillosa máquina!…

»Y mi propia máquina orgánica, mientras tanto, está recibiendo y clasificando impresiones en respuesta a mi maravilloso centro intelectual (sin el cual sería completa y totalmente ignorante e incapaz de orientarme) que, de forma categórica, piensa en patrones de asociación más o menos aleatoria (ya sea real o imaginaria), en respuesta a los patrones generales de las impresiones…

»… y aquí estoy, manteniendo una fascinante conversación conmigo mismo, un diálogo interior que, si fuera capaz de ser grabado para la posteridad, sin duda llegaría a ser, para las futuras generaciones, la clásica postura del razonamiento filosófico a propósito del tema de…

»… pero, ¿qué era lo que estaba pensando justamente hace un minuto?

»… todo parecía tan lúcido. Entendí alguna cosa sobre algo que nunca había comprendido antes y que, a no ser que esté equivocado, realmente nunca ha sido formulado tan claramente por otra persona…

»… es tan difícil intentar recordar aquello que parecía tan claro hace un momento, mientras mi máquina orgánica está obligada a zumbar y a inquietarse con algo parecido a reflejos espasmódicos, respondiendo automática y semiautomáticamente a una combinación de sucesos, tanto interiores como exteriores, de influencias tanto reales como imaginarias, traqueteando igual que este hermoso coche nuevo, con la misma suavidad mecánica, más o menos…

»… por supuesto, a no ser que por casualidad pase algo inesperado que interfiera en el suave funcionamiento de la máquina, cuyas piezas diversas están organizadas y dirigidas por algún aparato u otro, impulsado por…

»… ¿por qué?

»… por tres minúsculas pilas de bajo voltaje y bajo amperaje, de una clase u otra… centros, creo que se llaman… y… y…

»… pero, precisamente, ¿dónde está este famoso “Centro de Potencia” del cual hemos oído hablar tanto, justo ahora cuando pienso que más lo necesito?

»Parece que sólo se presenta en los peores momentos posibles, cuando estoy obligado, por circunstancias más allá de mi control, a hacer esfuerzos por encima de mi capacidad normal y de mi atención; por una razón u otra, por casualidad, está en la totalidad de mi ser; supongo que me queda justo la suficiente atención para mi mundo exterior, que parece funcionar inexplicablemente rápido, bajo La Ley del Tres…

»… mientras que mi mundo interior, lo que hay de él, parece funcionar más bien como un juguete de cuerda roto, alineado a La Ley del Siete, cayendo periódicamente en una espasmódica falta de atención y desorientación.

»Sé que debería ser al contrario pero, en realidad… es como si todo mi interior estuviera hecho de plomo fundido. Nada parece querer moverse como yo pretendo…

»Esta misma tarde debo empezar a hacer un serio esfuerzo, mucho más serio que los esfuerzos que hice ayer (¿o fue el día anterior?) para cambiar todo esto, antes de que mi máquina llegue a estar demasiado cristalizada.

»Al menos… al menos… me he acordado de invocar mi propia presencia al presente…

»… quizá eso suceda de manera natural en mí. A veces me asombra mi habilidad para fijar la atención en una idea, como la autoinvocación, y a la vez colocar una parte de mi atención, no realmente necesaria para la autoinvocación, en esa fábrica de acero de allí –⁠decía, señalando a la izquierda a un gran complejo de edificios de ladrillo rojo–, y también en esas interesantes formaciones de nubes, y a la vez mantener un diálogo interior sobre la posible conversación que tendré luego en una cita de negocios por la tarde, y en ese letrero redondo, y en este coche acercándose rápidamente por la izquierda.

»Es obvio que quiere adelantarme. ¿Qué le pasa? ¿No voy lo suficientemente rápido para él?

»Son los idiotas como él los que dan a los conductores mala fama –continuó, invadiendo el carril izquierdo brusca y repentinamente para alcanzar al otro coche–.

»Veamos ahora –empezó otra vez, después de haber adelantado al otro coche zigzagueando por la derecha, como habíamos temido que pasara–, debería pararme un rato para evaluar la situación…

»… algo seguramente va mal.

»¿Podría ser mi estado emocional?

»No, mi estado emocional está, al menos por el momento, tranquilo y calmado.

»¿Quizá sea mi centro de sensaciones? No, nada fuera de lo normal allí.

»Entonces debe ser mi centro motor el que está de juerga…

»No, eso no es…

»… pero ¿qué podría ser, si no es alguno de estos tres? Sé que se me ha olvidado algo, pero no puedo acordarme exactamente de qué…

»Ah, sí, ahora lo recuerdo…

»… no sólo está sucediendo todo esto a mi alrededor, sino que además soy parte de esta película.

»Mi presencia imparcial podría transformar este suceso si sólo fuera capaz de invocarme al presente.

»… tal como van sucediendo las cosas, apenas soy capaz de tomar nota de lo que pasó hace un instante; mucho después del suceso.

»¡Pero espera! ¿Qué ha pasado? Aquí ya es media tarde, y hace sólo un momento…

»… era por la mañana, y conducía cerca del Río Hudson, y recordaba invocarme…

»… sí, efectivamente… me felicitaba por mi extraordinaria habilidad para acordarme de autoinvocar y…

»… bueno, que sí, estaba bastante ocupado…

»… tenía muchas cosas que hacer…

»… primero fui a la panadería, y después al banco… ¿o fue al revés? –G. concluyó su divertidísimo monólogo ante nuestras carcajadas, a pesar de haber sido irónico.

© Copyright 2008 La Colmena en los Bardos -- Todos los Derechos Reservados

a la página 15      
a la primera página    
a la página 13