Sexo Alquímico

 

 
Capítulo Uno

 

LOS CENTROS

 

No hay razón, biológicamente hablando, por la que la máquina biológica humana no deba durar al menos novecientos años –longevidad de la que gozaron Matusalén y otros antiguos habitantes de la Tierra- dada la combinación adecuada de circunstancias y estando muy atento a la dieta, al ejercicio y otras disciplinas, excepto que con las condiciones atmosféricas actuales, una ionosfera reducida que permite que la radiación solar y otras radiaciones pasen fácilmente a la superficie, junto con la presencia de materia radioactiva tal como el plutonio –que cada ser humano ya tiene dentro del organismo debido a los diversos accidentes nucleares a lo largo de las últimas décadas- los seres humanos tienen pocas posibilidades de sobrevivir por más de ochenta o noventa años. Cualquier médico o científico estaría de acuerdo con la idea de que los seres humanos podrían vivir mucho más tiempo si su entorno, dieta y salud fuesen totalmente armoniosos.

Hoy en día, la ciencia y la medicina no pueden imaginar la razón por la que el cuerpo humano envejece tan rápidamente, e incluso más desconcertante es el hecho de que la mente a menudo se deteriora mucho antes de que el cuerpo envejezca y llegue al punto de su muerte y putrefacción orgánica final.

Es exactamente este pequeño problema engendrado por las necesidades mecánicas de nuestra sociedad actual la causa no-visible de este fenómeno. Los centros, que deberían ser usados lenta y proporcionadamente de acuerdo a su capacidad total a lo largo de la vida, se ven obligados en cambio, debido a las necesidades del ritmo acelerado de la vida contemporánea, a usarse mucho más rápido de lo que fue ideado por la naturaleza. Cada centro sólo tiene una cantidad fija de material, y cuando se consume, el centro muere. De esta manera, el hombre siempre muere, entre comillas, “de tercio en tercio”.

Si sabemos cuál es el contenido y la capacidad exacta de cada uno de los centros inferiores y superiores, concretamente los centros motor, instintivo, emocional y mental –teniendo en cuenta que cada centro tiene cantidades muy diferentes de fuerzas vitales y sustancias que tampoco se vacían al mismo ritmo- entonces podremos regular el flujo de nuestra vida interior y exterior para alcanzar la combinación armoniosa de funcionamiento adecuado para asegurarnos una vida igual de larga por lo menos que la de Matusalén, simplemente creando conscientemente en nosotros mos, a través de la disciplina y la aplicación de las leyes más básicas de salud y dieta, una “armonización-en-todos-los-centros-de-flujos-mutuamente-paradójicos-al-mismo-tiempo”.

Los antiguos sabían exactamente cómo hacerlo, y una larga vida de proporciones bíblicas era común incluso hasta la época de Babilonia y Nineva; pero se perdió rápidamente durante la segunda mitad del primer milenio antes de cristo.

¿Cómo podemos regular este flujo-de-tiempo interior en nuestros propios centros? Debido a las necesidades mecánicas de vivir en la época actual con sus perturbaciones radiológicas, biológicas y químicas, no podemos hacerlo.

Incluso si no tuviéramos productos alimenticios químicos, procesados, enlatados, congelados y pre-cocinados, papillas artificialmente enriquecidas, comida rápida, tabaco, bebidas alcohólicas, refrescos gaseosos, grasas carbonizadas, alimentos fritos a altas temperaturas, sabores y conservantes artificiales y la total ausencia en el lugar de trabajo de esfuerzos físicos para armonizar el cuerpo, la simple presencia de microondas y otras ondas dañinas y perturbadoras dentro del ancho de banda destructiva del Espectro Electromagnético junto con los resultados de los accidentes radiológicos en la atmósfera del planeta, hacen que sea imposible contemplar seriamente la longevidad y la supervivencia del ser humano más allá de un siglo; y lejos de ampliarse, este periodo de tiempo se volverá cada vez más corto a medida que las condiciones planetarias continúen deteriorándose durante los próximos siglos hasta un momento dado del siglo veintiocho. En el año 2787 un asteroide gigante colisionará con la Tierra y para entonces la civilización estará tan decaída que los humanos serán incapaces de hacer algo para evitarlo, y dado el nivel de violencia de esta especie, quizás sea lo mejor.

Mientras tanto, nosotros, que estamos aquí ahora vivos y deseando trabajar hacia una vida superior más allá del universo físico, podemos y deberíamos hacer todo el esfuerzo necesario para que uno de nuestros centros no muera antes que los otros, viviendo de una manera tal que las fuerzas de los cinco centros inferiores principales se usen armoniosamente por partes iguales, y que combinemos estos centros inferiores y por lo menos tres de los centros superiores con esta misma armonía.

Si pretendemos seriamente lograr esta meta en medio de todas esas fuerzas planetarias y orgánicas desplegadas en contra de tal clase de resultado cosmológico, tendremos que hacerlo usando medios muy extraordinarios que no sean para nada comunes en la vida del ser humano –y estos métodos extraordinarios son lo que pretendo presentar a lo largo de esta serie de charlas.

Un día, después de una enorme catástrofe planetaria que acabará con la mayoría de los males de la sobre-civilización, y que destruirá la mayor parte del arte, de la ciencia y de la cultura que ahora experimentamos, los supervivientes, que serán tan pocos como unos cien mil humanos, podrán, como especie, volver al ritmo de vida mucho más lento que existía en el pasado, ampliando así nuestra longevidad natural a una duración correcta de novecientos años tal como experimentó Matusalén y otros de su generación, si es que el nivel de radiación no anulara incluso esa posibilidad de supervivencia personal –claro está que esto sería imposible en medio del invierno nuclear que provocará cuatro épocas glaciares una tras otra.

Hoy en día, en la actualidad, dado el serio deterioro de las condiciones de vida en la Tierra, los seres humanos tienen, como mucho, menos de un siglo de sana existencia adulta para trabajar para alcanzar una armonía de todos-los-centros necesaria para una existencia superior. Para hacer el trabajo interior que nos llevaría a la armonía espiritual y orgánica, requeriríamos normalmente por los menos cien mil años, que es claramente imposible para los humanos de este planeta.

Pero… si lleva cien mil años lograr esta armonía de todos los centros, ¿cómo podemos llevar a cabo este trabajo durante el poco tiempo del que disponemos?

De este simple hecho, podemos fácilmente ver la urgencia de nuestra situación actual.

Vivamos durante cien mil años o menos de cien, todavía estamos en la misma situación; dentro de nuestros centros, recibiremos y procesaremos la misma cantidad de impresiones, pensamientos, acciones, respiraciones, latidos del corazón y emociones. Tenemos los días literalmente contados por el microprocesador interno que es el ordenador de agua salada que está siendo transportado por nuestro ordenador celular ambulante.

Utilizando métodos preservados de las masas de la humanidad en secreto, podemos aprender a llevar a cabo este armonioso trabajo interior en sólo unos años, aunque normalmente sólo se pueda lograr en cien mil años; pero para poder hacerlo, nuestra vida interior tiene que ser acelerada artificial y conscientemente, y mantenida en este ritmo acelerado, con unas velocidades conscientemente dirigidas y bastante distintas para cada uno de los centros inferiores y superiores, que trabajarán en armonía, también dirigida de manera consciente, regulada por el uso especial de una forma especial de atención combinada, disciplinada y educada de varios centros actuando al unísono.

Esto, desde luego, es imposible para una especie que se caracteriza por su atributo principal de una radicalmente desconectada personalidad múltiple.

Normalmente somos una persona diferente en cada variación de los eventos; somos una cosa para nuestros padres, otra en el colegio o el trabajo, y aún otra en el juego. Otra en una relación sexual y muchas otras para urgencias, accidentes, trastornos, frustraciones, momentos de entusiasmo y diversiones.

Dado el hecho de que los seres humanos en general sufren de personalidades múltiples sin poder controlar qué persona está activa en cualquier momento dado, ¿cómo podemos organizarnos en un único ente que esté siempre presente y que siempre pueda controlar la máquina y sus acciones, y que no sea simplemente una máquina-reactiva que responde a estímulos externos e internos?

De alguna manera, tenemos que aprender a convertirnos en un único ente, y cuando lo hayamos hecho, tendremos que aprender a usar nuestra unificada y combinada atención de maneras totalmente distintas, de maneras que aprenderíamos normalmente si tuviéramos más tiempo de vida y si la empezásemos con un ser unificado; y tenemos que aprender también a regular y economizar conscientemente nuestras fuerzas interiores, y además, aprender a hacer que todos nuestros centros funcionen armoniosamente como un único ente unificado.

Éste sería un estado auténticamente sereno en una vida de centros auténticamente armoniosos; pero incluso esto es sólo un comienzo, porque una atención muy concentrada y una disciplina interior seria son totalmente necesarias para trabajar si esperamos lograr la perfección-del-ser y trascender el universo orgánico en menos de un siglo de vida.

Sólo podemos aprender a armonizar los centros, por un lado, absteniéndonos conscientemente de ciertas actividades de la máquina propias de un animal, mientras que por otro aumentando otros funcionamientos poco habituales internos y externos de la máquina biológica humana utilizando medios especiales poco habituales para nosotros, y activar en nosotros ciertas fuerzas superiores para alentar que nuestros centros superiores e inferiores produzcan y desprendan sustancias y energías superiores muy específicas, que pueden ser utilizadas para armonizar los centros para que funcionen a ritmos precisamente correspondientes y para producir resultados superiores, los cuales examinaremos con más detalle a lo largo de estas charlas.

Todos los centros no funcionan de la misma manera; un centro debería producir y desprender más sustancias superiores, otro centro debería producir y desprender menos; un centro debería producir más impresiones, otro centro debería ralentizar sus procesos.

Un centro podría estar produciendo una plena alucinación táctil mientras otro queda obstruido y necesita abrirse a su pleno potencial usando medios y métodos especiales que no son alcanzables orgánicamente sin la auto-disciplina imparcial extrema y la regulación de altos niveles de atención.

Normalmente, cuando todas las energías almacenadas y las sustancias potenciales de un centro han sido totalmente agotadas, ese centro muere imposible, por lo tanto, el equilibrio de todos los centros.

Hay otros problemas relacionados con el logro de la armonía-de-todos-los-centros, pero la muerte prematura de uno de los centros es el problema básico de la longevidad, y es la que resulta más evidente para la ciencia y la medicina modernas . El problema que presenta la muerte de un centro respecto a los propósitos superiores no cae, desde luego, dentro del reino de la ciencia y la medicina moderna y permanece desconocido para aquellos primitivos estudios enraizados en lo orgánico.

Si funcionamos principalmente con un único centro, deberíamos aprender a extendernos a través de la aplicación de ejercicios especiales para que podamos aprender a usar de manera igual los otros centros, de la misma manera que aprenderíamos a ser ambidiestros –usar las dos manos con igual destreza en el proceso de la pintura o la escultura- y por lo tanto procesar impresiones usando todos los centros para poder conservarlos todos igual y armoniosamente.

Para poder hacerlo, primero tenemos que saber exactamente cuántas impresiones nos quedan en cada centro y cómo conservarlas en los centros que han sufrido una disminución y acelerarlas en los centros más atrofiados.

¿Pero cómo vamos a enterarnos de la cantidad de impresiones que nos quedan en cada centro? Para poder determinarla, lo primero es que tenemos que aprender mucho más sobre lo que hay dentro de nosotros, y tenemos que aprender a entender los detalles técnicos básicos de exactamente cómo funciona la máquina biológica humana, especialmente en los reinos no-orgánicos más allá de la pequeña banda del Espectro Electromagnético que los homínidos normalmente ven.

Si te dijera exactamente lo que tienes dentro y te describiera en detalle los funcionamientos internos de tu máquina biológica, la verdad es que te sería dañino, porque perderías la oportunidad de hacer esos esfuerzos internos auto-iniciados, que en sí son los factores operantes fundamentales que producen el efecto que pretendes conseguir en tu mundo interior. La información por sí sola, sin esos esfuerzos dirigidos hacia la auto-comprensión, carece totalmente de sentido y poder para cambiar tu vida siquiera un ápice.

Sin embargo, si aprendes a llevar a cabo la auto-observación imparcial y correctamente, podrías enterarte de cuánta vida te queda en los centros y cómo llevar ese potencial de vida a su más plena fruición, y a través de otros esfuerzos basados en la auto-observación imparcial podrías también aprender qué pasos exactos tienes que dar para poder producir la armonía-de-todos-los-centros, que a su vez hace posible más trabajo elevado.

Ahora que tienes esa información en la mano, tienes actualmente dentro de ti mismo los medios para entender la urgente necesidad de la imparcial auto-observación del funcionamiento de la máquina biológica humana, y la auténtica comprensión de la necesidad de disciplina y voluntad imparciales sobre la voluntad animal mecánica de la máquina que ésta usa para su propia gratificación y búsqueda de la existencia ahogada, metas hacia las que gravita de la misma manera que una manzana madura se desligará de un manzano para caer al suelo.

Sólo tú, funcionando con el pleno uso consciente de tu imparcialidad y atención, eres capaz de conocer a la máquina suficientemente bien como para poder desviar correctamente la forma biológica de vida en la que te encuentras temporalmente viviendo, para alcanzar un propósito superior concreto. Si no tienes un propósito superior concreto, nunca desarrollarás la necesidad para aplicar tu voluntad superior contra la voluntad orgánica de la máquina biológica humana.

La muerte de un centro, o de dos, es lo que resulta de permitir que la máquina se salga con la suya, y tal clase de muerte en un centro es el responsable de una gran cantidad de las llamadas “enfermedades”, únicas en el ser humano contemporáneo.

Cada categoría de una llamada “enfermedad” puede ser explicada por la muerte de uno de los centros. A veces un centro puede ser recargado, especialmente en algunos casos de muerte del centro emocional, que es lo que produce el resultado llamado “cáncer”; pero esto requiere la transferencia intencional de gran cantidad de fuerza superior y puede costarle la salud al que administra la cura a través del agotamiento de sus propios centros superiores. Sin embargo, en algunos casos, podría valer la pena hacerlo.

No cometas el error de suponer que eres diferente a todos los demás, y que debido a que eres más listo que ellos te queda mucho tiempo para lograr la armonización de los centros, simplemente porque crees que probablemente tengas otros veinte, treinta o cuarenta años de vida.

A decir verdad, esto no representa mucho tiempo. Además, no sabes si has consumido o casi consumido uno de tus centros o casi todos ellos. Si has consumido casi todo de un centro y no te demuestras prometedor, es inútil rellenar tu centro agotado con Fuerzas Superiores, que son limitadas y raras, y nadie que te pudiera ayudar se molestaría en proporcionártelas cuando hay tantos individuos más prometedores y disponibles que pueden ser ayudados.

La ayuda tiene que provenir de alguna parte, no de la nada; la ayuda especial sólo proviene de la auténtica necesidad de trabajo. Sólo tienes una pequeña cantidad de tiempo-de-trabajo para tu Trabajo.

Desearía por tu propio bien, y también por el mío, que tuviéramos esos cien mil años y que pudiéramos trabajar lentamente para transmitir, elaborar y dominar cada cosa, un paso cada vez. Pero no los tenemos, y para darte siquiera la posibilidad de trabajar, es necesario que vivas suficiente tiempo y con buena salud para dominar todo lo que necesitarás para hacerte un lugar en el Trabajo, cosa que te confiere la necesidad de trabajo superior –no hay otra cosa que no sea un lugar en el Trabajo que te pueda dar la fuerza y la voluntad para trabajar, y esto se tiene que lograr antes de que te sea posible otra cosa. Para asegurar que esto sucede, tienes que asumir una obligación-de-trabajo especial, desarrollar la voluntad de trabajar en el Trabajo, armonizar los centros, demostrar en repetidas ocasiones tu habilidad para lograr la imparcialidad, demostrar compasión por todos los seres en todo lugar, y a cambio, puede que seas aceptado en esta obligación-de-trabajo.

Para asumir esta seria obligación-de-trabajo interior, primero tienes que estudiar el tema de la obligación en sí. Esto lleva tiempo; pero no tanto como cien mil años. Quizás sólo cinco años de estudio, después cinco años más para prepararte para asumir una obligación-de-trabajo, luego quizás otros cinco años para aprender a llevar a cabo el trabajo interior necesario, y finalmente, después de unos quince años de preparación, quizás uno pueda asumir una auténtica obligación-de-trabajo junto con la voluntad para permanecer dentro de ella.

Éste es un camino muy rápido en comparación con la maestría normal de cada forma de trabajo interior como sucedía en antiguos métodos tradicionales.

Si esta preparación para una obligación-de-trabajo no vale quince años de tu precioso tiempo, entonces este método de trabajo interior no es para ti, seguro. Para prepararnos como candidatos para el trabajo interior concentrado y destilado y el súper-sacrificio, tenemos que estar preparados para trabajar seriamente durante muchas horas todos los días, no sólo sentarnos en el sofá y ver telenovelas, beber cerveza y comer patatas fritas durante once meses y tres semanas, y entonces asistir a un taller de fin de semana en algún lugar exótico y remoto con un gurú de marca con la esperanza de ganar algo de una naturaleza seria.

Asumir una auténtica obligación-de-trabajo no es una nimiedad. Es esclavitud de un tipo superior, pero sigue siendo esclavitud –el encadenamiento del ser a un yugo, de la misma manera que se enyuntan los bueyes para tirar de un carro o para hacer girar una noria o un molino.

Una obligación-de-trabajo es la suprema culminación de todas las posibilidades de la vida humana, y más allá de ella, en lo sublime; pero antes de asumir cualquier obligación-de-trabajo, tenemos que ser capaces de aceptar una obligación y desarrollar la voluntad para llevarla a cabo sin fallar durante cada hora y cada minuto de cada día de nuestra vida hasta que la muerte nos separe –y antes de poder siquiera soñar con aceptar tal clase de obligación, tenemos que estar dispuestos a trabajar seriamente para alcanzar este propósito, de la misma manera que un bailarín o un trapecista se dedicaría a la repetición y la práctica necesarias sin aburrimiento, resentimiento o esperanza de una futura recompensa, y antes de poder siquiera estar dispuestos a trabajar de esta manera, tenemos que empezar con conocimientos –tenemos que lograr la certeza de que realmente queremos hacer esto y que merece nuestro valioso tiempo e incansable esfuerzo, y es más, que estamos totalmente dispuestos –y capaces- de pagar el muy elevado precio del éxito.

Para poder trabajar, tenemos que entender que en cualquier sentido real ya estamos como si estuviéramos muertos, y que sin el trabajo especial de los centros para la perfección del cuerpo-alma, moriremos exactamente como cualquier animal de orden inferior, como por ejemplo un perro.

Para lograr la voluntad para trabajar de esta manera especial, primero tenemos que darnos cuenta de la total desesperanza que es la vida tal como la viven los seres humanos normales y corrientes.

Cuando hayas llegado a ser un candidato para iniciarte en el Trabajo, quizás te digas en ese momento: “La pobre gente normal, morirán como perros. He oído y leído sobre el trabajo, por lo tanto yo, al menos, no pereceré como un perro. ¡Soy muy especial!”.

Desafortunadamente, llegado a ese punto, lo único especial que tienes es que sabes que un ser humano normal, que no ha trabajado para perfeccionar el cuerpo-alma, va a morir seguramente como un perro; pero esta comprensión es solamente un único paso pequeño por encima de esos seres humanos normales, que no tienen ni idea de que morirán como perros, y tampoco tienen más interés en el tema del que tendría un perro –preferirían depender de alguna clase de súper ser, que les gusta creer aparecerá para salvarles y hacerles especiales al tocarles simplemente en la frente.

Ser más que un perro lleva mucho trabajo interior y exterior. Si no estamos dispuestos a trabajar seriamente sobre nuestro mundo interior, para hacer una auténtica preparación para Trabajar en el Mundo Real, entonces es mucho mejor volver en silencio a la vida ordinaria donde al menos podemos disfrutar de esos días que nos quedan.